Conocer al enemigo de la economía
El 11 de marzo de este 2020 la Organización Mundial de la Salud (OMS), reconoció como pandemia la infección producida por un virus con forma de globo con púas semejando una corona que, para entonces, se había diseminado rápidamente en casi todos los países del mundo. Al virus se lo denominó SARS-CoV-2 y a la enfermedad Covid-19. En China, donde se inició la escalada de este coronavirus, se determinó el genoma que es el material genético donde están contenidas todas las instrucciones para hacerlo funcionar. Hoy se conocen alrededor de 50 genomas del virus circulante en distintas regiones, incluida Argentina, los que permiten conocer su evolución en el tiempo a fin de intentar producir vacunas o lograr tratamientos eficaces.
Se considera que los virus existen en la Tierra desde épocas remotas, infectando animales, plantas y bacterias. Hasta mediados del siglo XIX, la palabra virus, se usaba como sinónimo de veneno. Debido a su pequeñez, recién en 1931, con el advenimiento del microscopio electrónico, se logró observarlos. El SARS-CoV-2 es de los más grandes y, aún así, su tamaño es 1000 veces más pequeño que el diámetro de un cabello humano. Luego se logró conocer su composición y clasificarlos. Los coronavirus, usan como material genético para replicarse, al Acido Ribonucleico (ARN) y existen otros que usan el Acido Desoxirribonucleico (ADN). Pero un virus no puede replicarse a sí mismo. Son estructuras biológicas sin vida o “al límite de la vida”. No poseen estructura celular, considerada la unidad básica de la vida. Sólo se asemejan a los organismos vivos porque tienen genes, se reproducen y evolucionan. Son material genético protegido, fundamentalmente, por proteínas. No tienen metabolismo propio. Para replicarse, necesitan convivir en las células de un huésped. Viven, mientras vive su huésped.
Muchos coronavirus conviven equilibradamente, sin enfermarlos, en camellos, gatos, murciélagos, pollos etc. Unos pocos son responsables de los resfríos humanos. El problema se presenta cuando consiguen “saltar” de animales a humanos en un proceso llamado zoonosis, porque en su adaptación a las nuevas células, producen peligrosas pandemias o epidemias. El SARS-CoV-2, tiene 96 % de genoma igual al de un virus de murciélago y casi el 80 % igual al SARS-CoV (otro virus muy parecido que atacó 29 países, entre 2002 y 2004).
Las características de las proteínas con que el virus se une a las células humanas hacen pensar a los científicos que no es un virus de diseño fabricado por humanos, sino que ha ocurrido una zoonosis, probablemente desde un murciélago. Respecto al mecanismo de infección del SARS-CoV-2, una vez que consigue entrar en la célula humana, el virus se transforma en una fábrica de genes y proteínas. Cuenta con alrededor de 30 proteínas listas para seguir instrucciones y replicar su código genético. Muchísimas en comparación con otros coronavirus.
Así, cada virus, construye 10.000 copias de sí mismo en la célula huésped, antes de destruirla, lo que explica su inusitada velocidad de contagio. Unas proteínas abren la puerta de la célula huésped uniéndose con fuerza a los receptores, otras apagan las alertas de la célula, otras ordenan producir nuevas proteínas virales y miles de virus salen de la célula infectada en galopante carrera. Una maquinaria infernal que infecta eficazmente a las células humanas desde las células de la nariz hasta la garganta, silenciosamente, con pocos síntomas, por lo que la persona no sabe que ya está contagiando. En personas con sistema inmunológico deprimido la infección no se detiene. Avanza a los alvéolos pulmonares que se inflaman produciéndose una neumonía. Sobrevienen ahogos y se requiere ventilación mecánica. Puede atacar los vasos sanguíneos, generar coágulos, inflamación cerebral y daño renal. El cuerpo exagera sus mecanismos de defensa y la evolución empeora. El virus actúa como nunca se vio en otros patógenos. En el día a día se siguen descubriendo nuevos aspectos de su comportamiento.
Los científicos de muchos países, incluido el nuestro, trabajan afanosamente en la elaboración de vacunas o buscan confirmar tratamientos eficaces. Es la esperanza de una humanidad que sufre las tremendas consecuencias económicas de un mundo que tuvo que pararse y que hoy, mientras espera, intenta convivir con el virus administrando sensatamente los mecanismos para enfrentarlo.