Argentina

Conviene que el próximo gobierno sea pro-mercado      

Dr. Hugo Alejandro Peluc-C.P.N. y Lic. Economía-Comisión Economía del CPCESJ-Apoderado “Cerámicas Coll”

Estamos próximos a otro proceso eleccionario y la oferta para el votante es muy variada.  Sin embargo, se puede hacer una clasificación gruesa distinguiendo partidos que propician un rol preponderante del Estado en la vida ciudadana y otro grupo que confía más en el mercado como ordenador de la vida diaria. Podemos afirmar que desde que estuvo vigente la ley de convertibilidad, con una estabilidad de casi 10 años, no existe clima de negocios en el país.

En aquel momento se radicaron empresas en el país, con inversiones en muchos rubros importantes. Se privatizaron empresas que el Estado tenía en condiciones lamentables. Ya nos hemos olvidado de lo que costaba conseguir una línea de teléfonos en esos años previos.

CAT y posteriormente Entel hacían esperar años a los postulantes. Bastó que ingresaran al negocio Telefónica y Telecom para que un teléfono fijo lo tuviéramos de un día para otro.  Hoy estamos en la era de la tecnología, con uso del celular y una agilidad en las comunicaciones que no imaginábamos.

Después de la crisis del 2001, con mayor o menor intensidad han gobernado el país expresiones políticas que creen más en la presencia del estado en la economía que en el orden espontaneo del mercado. Esta idea del estado presente ha hecho que poco a poco vaya apagándose la iniciativa privada.

Cuando asume Néstor Kirchner el poder en 2003 se encuentra con un gobierno que medianamente había hecho un ajuste (Duhalde con Remes Lenicov) y con un valor muy alto de las materias primas. La soja estaba en Chicago a más de 600 dólares la tonelada.  Estos valores prácticamente no se volvieron a repetir.

Esa bonanza, generada por valores extraordinarios de las materias primas que exportamos, la sensación de que se mantendría en el tiempo junto con la convicción del gobernante sobre las bondades del intervencionismo estatal, hicieron que el tamaño del estado creciera en forma muy difícil de sostener.

Cuando las materias primas bajaron de precio, junto con algunas crisis como la de las hipotecas en 2008 que encarecieron el acceso mundial al crédito, nos quedamos sin financiamiento para semejante tamaño del estado. A eso sumamos algunos errores que provoca la ideología, como por ejemplo la estatización de Aerolíneas e YPF, que aumentan con sus pérdidas el déficit fiscal.

Tantos años de déficit hicieron que en un primer momento dejáramos de tener superávit en las cuentas públicas, como fue en los primeros años de Kirchner. Ya en gobierno de Cristina Fernández comenzó un déficit crónico que no se pudo cubrir con aumento de la presión fiscal, hasta límites insoportables por la actividad privada.

Tampoco alcanzó  con la deuda tomada en dólares y en pesos, recurriendo a la emisión indiscriminada que llevo la inflación a valores mayores a un dígito. El dólar, nuestro eterno refugio de valor, se aceleró de tal forma que aun después de ganar las elecciones de 2011 con 54% de los votos, el gobierno de CFK tuvo que poner un cepo que limite la compra de moneda extranjera.

El gobierno de Mauricio Macri pretendió ordenar un poco las cuentas, logró abrir el cepo nuevamente, pero en 2018 otra vez una crisis de credibilidad hizo que tuviera que recurrir al FMI para endeudarse y evitar el colapso. No hizo el ajuste del estado para adecuarse a los ingresos fiscales, por lo que el déficit del tesoro continuó. Logró terminar el mandato en 2019 pero perdió las elecciones y nuevamente accedió al poder un gobierno peronista, subió mucho el dólar y tuvo que implementar nuevamente un cepo cambiario.

El gobierno de Alberto Fernández ha estado cargado de decisiones ideológicas. Enfrentó una pandemia, con una cuarentena excesiva que deterioró mucho la actividad privada. A eso hay que sumarle el ataque continuo a las instituciones, en especial la Justicia, la eterna pelea con el campo, los intentos de estatizaciones (por ejemplo Vicentin), la mala relación con la oposición.

Se aumentó de manera astronómica la deuda en pesos, absorbiendo el Estado prácticamente todo el crédito disponible, con tasas de interés astronómicas. La inflación anual volvió a 3 cifras, situación que no se vivía desde antes de la convertibilidad (1991). La pobreza llego a valores cercanos al 40%, con ciudades donde el narcotráfico y la violencia aumentaron la inseguridad y el rechazo de la población.

Nos encontramos entonces ante una oportunidad muy buena para un cambio de modelo, un cambio de paradigma. Argentina necesita un gobierno que crea en la fuerza ordenadora del mercado, que aliente a los emprendedores, al estilo del entrepreneur de Schumpeter.

Es decir que crea en la inventiva y el empuje de la persona que tiene una idea en la cabeza y que fácilmente pueda llevarla a la práctica, sin regulaciones excesivas, con impuestos razonables, de tal forma que obtenga una buena rentabilidad por su tarea. Alentar a estos personajes hace entrar a la economía en un círculo virtuoso donde más actividad económica genera más bienes en el mercado y más ocupación de mano de obra.

( Seguimos en la próxima entrega )

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