El conocimiento como sustento de la libertad
Estamos en tiempo de elecciones y nuestra cabeza, la de los ciudadanos, es un disloque, donde dan vueltas rostros, nombres, propuestas, con olor a huecas y promesas, con olor a falsas y otras que parecen posibles, pero como la confianza en la mayoría de los que las pronuncian está tan deteriorada, tornan en inciertas.
Por: Dr. Orlando Navarro
Y si hoy, no digo lo que pienso, aun admitiendo que puedo estar equivocado, no me perdonaría haber callado aquello que a mi entender está mal, que es engañoso y que fatalmente habrá de enroscarnos en otra experiencia que, al final, tendrá esa marca registrada de varios, a través de los años: estaremos hablando de otra oportunidad perdida.
Hoy día, parece estar de moda ser liberal y sobre eso quiero emitir mi opinión. Soy liberal creo que desde siempre, pero más precisamente cuando en mi juventud, me di cuenta que las mieles que prometía la revolución en América Latina, sobre todo la cubana, de rápida inserción en los jóvenes, terminaron por empobrecer naciones, embrutecer sus ciudadanos y convertirlos en esclavos de quienes comandaron esas experiencias Hoy no son más que dictaduras, que expulsan ciudadanos, que deben exiliarse en búsqueda de nuevas oportunidades. Sin saberlo, el hombre que en algún momento se planta sobre su historia y busca saber qué es lo que quiere, está haciendo filosofía.
Está buscando la verdad. Decía Borges que “cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento. El momento en que el hombre sabe para siempre quien es”. Es por ello que, de paso, juzgo imprescindible la enseñanza de “Filosofía” en las escuelas, para que nuestra juventud, sepa lo que es ser libre y use adecuadamente las herramientas que otorga la libertad, para su bien y el de los demás. Por eso es que descreo de estos liberales siglo 21, que promueven el “dios” mercado, como la albacea de nuestro futuro.
Alguna vez leí que el poeta español Federico García Lorca, al inaugurar una biblioteca en su pueblo natal, dijo “si me ofrecen un pan, diría que me den medio pan y un libro”. La educación, el saber, el conocimiento, la cultura, como base para la acción.
Porque somos cuerpo y espíritu, alma y materia. El mercado, ese altar donde se sublima el consumo, no debe ser el único objetivo de nuestros procederes. Esa sublimación del mercado por sobre todas las cosas, le hace decir a ciertos libertarios de hoy, que todo puede ser llevado, incluso nuestros órganos, al libre juego de la oferta y la demanda. La educación, o la portación de armas o el funcionamiento de las instituciones de la república, sometiendo al escrutinio de asambleas populares, aquellas iniciativas que no logren sortear las cámaras legislativas.
Es la consumación de un liberalismo “ultra”, extremo, que como todo lo extremo no hace más que derivar en sociedades que caminan por la cornisa, con abismos a ambos lados. Es el conocimiento, el saber acumulado de experiencias anteriores, la transferencia de generación y generación de las ideas y acciones que fueron escribiendo la historia de los pueblos, lo que nos otorgará la posibilidad de distinguir estos cantos de sirena.
Sin mayor análisis y bajo los efectos de una educación de baja calidad, que por ejemplo nos está dando alumnos, futuros ciudadanos, que en elevado porcentaje no termina la escuela primaria, o la secundaria y que sometidos a examen no resuelven ecuaciones simples o tienen dificultades para entender un texto. Es un mal uso de la libertad.
No está atrayendo con el puro idealismo de sus contenidos, sino que casi con la fuerza de un sometimiento, quiere imponer el sagrado término, “somos un país libre” que impera en nuestra constitución. Entonces hablaremos, otra vez, de oportunidades perdidas. El liberalismo es otra cosa. Es la materia de la que está impregnada nuestra formación como Nación.
Fue el caldo de cultivo del desarrollo explosivo que llevó a la Argentina a ser una gran nación, de las primeras del mundo, hacia fines del siglo XIX y principios del XX. Ese liberalismo, para algunos revisionistas, conservador y apátrida, respetó al hombre, multiplicando escuelas primero y luego conectándolo al mundo, aún con los precarios recursos de las comunicaciones de entonces, si se los compara con los actuales.
El hombre antes que la materia, el hombre antes que el mercado. El conocimiento como sustento de su libertad, no para hacer lo que quiera, sino para emprender todo aquello que derrame en beneficios para la condición humana, de los suyos y sus semejantes. Esta especie de neoliberalismo que se olvida del desarrollo íntegro del hombre, puede tornar peligrosamente en un totalitarismo tanto o más rígido y cancelador que aquellos que dice combatir.