Terapia Financiera: “A Segura se lo llevaron preso”


Este y otros similares refranes se escuchaban en casa cuando mis padres querían explicarnos que nadie estaba exento de que le ocurriera algo malo y que en consecuencia debían extremarse los cuidados en pos del logro de los objetivos que uno persigue.
Traigo esta anécdota a colación del tema de esta segunda entrega, ya que es bastante común encontrarse con personas que en general entienden a los seguros como una carga que debe sostenerse solo si su contratación es impuesta por alguna norma o cuando es altamente probable la ocurrencia de un hecho que pudiera compensar largamente los costos de la contratación de los mismos. Siempre aseveramos, lo importante que resulta la planificación financiera, tanto en nuestra vida personal como profesional.
Esta acción de planeamiento intentará establecer por anticipado distintos cursos de acción, según las eventualidades que se presenten y los objetivos que persigamos. No obstante podrían surgir hechos fortuitos en el camino, que dada su baja probabilidad de ocurrencia, podrían no haber sido contemplados en nuestro plan original (familiar, profesional o empresarial) afectando seriamente el logro de nuestros objetivos.
Cualquier empresario, en su performance diaria, descubrirá casi emulando a Jonas Kanhwald el personaje central de la exitosa seria de Netflix “Dark”, que coexisten tres universos en paralelo. Por un lado se topará con el “Sé que lo sé” que no es ni más ni menos que aquello sobre lo que tenemos certeza que dominamos. En paralelo encontrará el “Sé que no lo sé”, que a diferencia del anterior existe certeza sobre algo que no se domina. Existiendo por último un “NO Sé que NO lo Sé”, que será el más complicado de los tres universos y el que más expuesto nos dejará.
El objetivo de todo buen hombre de negocios será minimizar el riesgo y en lo posible eliminar la incertidumbre y en este último universo (el del NO Sé que NO lo sé) es donde juegan un papel fundamental las coberturas, permitiendo protegernos de contingencias que muchas veces no son consideradas como probables o incluso ignoradas. Ejemplos existen de sobra: la no contratación de cobertura que aseguren nuestros activos, o los que protegen nuestra actividad, o incluso nuestras vidas.
Recientemente me entrevisté con un cliente que posee una alta exposición a la moneda extranjera (un importador) y cuando le consulté si tomaba algún seguro de cambio o realizaba alguna operación de cobertura (dólar futuro) nos indicó que no y que a su entender no era necesario ya que su “muñeca” y experiencia al mando de la Empresa había permitido sortear situaciones extremadamente difíciles. Efectivamente se trata de un empresario muy hábil, quien es el alma mater de su emprendimiento. Días posteriores a esa primer reunión, descubrimos que tampoco contaba con protección para su vejez (seguro de retiro) y que los bienes más preciados (tecnológicamente hablando) de su empresa se encontraban parcialmente desprotegidos.
Por suerte en posteriores encuentros, comprendió la importancia de la protección que los seguros otorgaban a su familia, sus empleados y en general a la sociedad que interactúa con él; no tratándose solamente de una imposición sino más bien de una inversión que complementa su planificación financiera.
Por más recursos con que se cuente, inteligencia y habilidad, es de suma importancia para todo empresario contar con herramientas que le den tranquilidad, que contemple hipotéticos eventos que pudieran afectar el patrimonio o la generación de ingresos.
Porque tal cual reza el Martín Fierro: “El hombre hasta el más soberbio, con más espinas que un tala, aflueja andando en la mala y es blando como manteca, hasta la hacienda baguala cae al jagüel en la seca”. Hasta la próxima entrega.