Por qué las mujeres aún enfrentan mayores obstáculos para ahorrar e invertir
Sabrina Castelli, fundadora y CEO de Mujer Financiera, presentó cifras que evidenciaron la brecha de género en el acceso al ahorro y la inversión

La inclusión financiera todavía es una deuda pendiente para las mujeres: más de mil millones en el mundo no acceden a productos de ahorro e inversión. Ese fue el punto de partida de Sabrina Castelli, fundadora de Mujer Financiera, durante su participación en el capítulo 11 de Mujeres Líderes, ciclo organizado por LA NACION. En su exposición, la ejecutiva combinó datos, experiencia personal y visión de futuro para mostrar por qué la inclusión financiera es clave en el desarrollo económico.
Castelli comenzó con una historia familiar. Relató la experiencia de su madre, Alicia, que en los años noventa debió administrar el dinero del seguro de vida de su esposo fallecido. Sin educación financiera y con hijas pequeñas a cargo, optó por un plazo fijo. La crisis del 2001 le arrebató casi todo. “En ese momento entendí que la falta de conocimiento financiero podía cambiar el destino de una familia entera. Ahí nació mi misión: que cada vez más mujeres puedan acceder a estos contenidos para tomar decisiones que impacten en su presente y en su futuro”, explicó.
El desafío, aseguró, era global: más de mil millones de mujeres en el mundo no accedían a productos de ahorro e inversión. En América Latina, apenas una de cada diez mujeres bancarizadas tenía ahorros dentro del sistema financiero. Entre las causas, enumeró cinco factores: la brecha salarial, la flexibilidad laboral asociada a la maternidad y a la organización del hogar, el receso laboral por licencia, la mayor expectativa de vida de las mujeres —cinco años más que los hombres, en promedio— y una actitud más conservadora frente al riesgo.
“Si ganamos menos, tenemos carreras más interrumpidas, vivimos más años y además invertimos de manera demasiado conservadora, llegamos a la jubilación con mucho menos capital acumulado. En la Argentina, una mujer puede terminar con un 38% menos de riqueza que un hombre a los 85 años”, advirtió.
La clave, sostuvo, estaba en la confianza, la educación y la disposición a asumir más riesgos. Un estudio que citó mostró que mientras los hombres invertían con perfiles más arriesgados, casi el 60% de las mujeres se mantenía en opciones conservadoras como plazos fijos, fondos comunes de inversión de bajo riesgo o billeteras digitales. El cambio, aunque incipiente, empezaba a notarse: en los últimos dos años, la participación femenina en carteras moderadas o agresivas había crecido del 0,5% al 3%.
“Muchas mujeres dicen: ‘No quiero invertir porque tengo miedo a perder’. Pero lo cierto es que con no hacer nada ya estamos perdiendo. La inflación, incluso la del dólar, erosiona los ahorros. La única manera de contrarrestarlo es invertir. Y cuando acceden a educación financiera, las mujeres se animan a productos con mayor rentabilidad”, señaló.
Castelli respaldó sus dichos con cálculos concretos. Una persona que ahorraba 10.000 dólares durante diez años sin invertir perdía poder adquisitivo y terminaba con apenas 7400 dólares equivalentes. En cambio, si ese monto se invertía a una tasa promedio del 8% anual —como el rendimiento histórico del índice S&P 500— se transformaba en más de 16.000 dólares. “La diferencia es abismal: quien invierte puede duplicar su capital; quien no, lo ve reducido”, resumió.
La emprendedora insistió en que el conservadurismo no era innato, sino cultural. Citó ejemplos de China, donde las mujeres invertían con la misma agresividad que los hombres, para demostrar que los sesgos podían modificarse. “Se trata de un cambio de mentalidad, de pensar en horizontes de 20, 30 o 40 años. Una mujer que ahorra 200 dólares por mes desde los 30 años, puede llegar a los 45 con un capital que, si se deja invertido dos décadas más, se transforma en hasta 300.000 dólares”, graficó.
Paradójicamente, las mujeres obtenían mejores retornos que los hombres cuando invertían. Fidelity, la gestora estadounidense, comprobó que ellas lograban mayores rendimientos porque solían tener más paciencia: no se apresuraban a vender en momentos de crisis y realizaban menos operaciones, lo que implicaba menos comisiones.