Historias Economicas

Los primeros impuestos – 1º Entrega

Por: Dra. Gladys Aballay Meglioli

El impuesto surgió como un tributo que se realizaba a los seres divinos. Luego con el avance del tiempo los emperadores, reyes con un poder absoluto, incluido el religioso, fueron los que administraron y recaudaron impuestos para el Gobierno, aunque la distribución de los mismos no siempre fue  equitativa y su destino final no siempre se destinó al bien común.

El estudio lexicológico de términos referidos al sistema impositivo en San Juan, Región de Cuyo, constituye una esfera semántica importante en los siglos XVII y XVIII. Los impuestos al vino responden a una política y administración de la Corona de España, aplicados a la producción del vino y aguardiente en las Colonias.

Lo llamativo de esta realidad es que a través del estudio de los mismos se puede observar la gran cantidad de impuestos existentes, la evasión también estuvo presente y con la Independencia muchos de ellos, la gran mayoría cayó en desuso, algunas palabras cambiaron su significación y todavía son empleadas.

Por cierto la recaudación de impuestos contribuye al desarrollo de la economía y muy especialmente si hablamos de economía regional, que cuenta con una producción vitivinícola por excelencia, en la medida que se les otorgue un adecuado destino para beneficio y crecimiento de la provincia.

Pero previo a desarrollar el tema que nos convoca haré referencia a la historia de los impuestos, su relación con escritos y leyendas e inclusive a impuestos que pueden resultar llamativos o insólitos. Posteriormente destacaré el empleo de palabras que daban vida al mundo impositivo y su relación con la actividad vitivinícola de nuestra provincia en épocas pretéritas.

De esta forma a través del léxico referido a los impuestos es posible conocer parte del patrimonio cultural del vino.

El mundo fiscal tiene su historia y entre sus antecedentes más remotos destaco el Código de Hammurabi (1700 a.c), obra maestra de la civilización mesopotámica y uno de los primeros conjuntos de leyes que el rey Hammurabi de Babilonia recibió del dios Samash, dios del Sol y de la justicia.

Actualmente ésta estela de basalto negro contiene unas doscientas ochenta y dos leyes y se expone en el museo del Louvre de París. Fue tallado en un bloque de diorita de unos 2,50 m de altura por 1,90 m de base y en lo alto hay un medio relieve que representa a Hammurabi de pie delante del dios del sol. En este código se regulan los asuntos de la vida cotidiana y leyes que castigan los delitos, haciendo referencia al derecho civil y penal aplicados al comercio, el trabajo del asalariado, los préstamos, los alquileres, las herencias, los divorcios, la propiedad, las penas por delitos de robo y asesinato. Además se señalaban los privilegios que tenían los recaudadores de impuestos de la Antigua Mesopotamia.   

Otra de las civilizaciones que rendía culto al sol, dios Rha fue la egipcia. En el templo se vigilaban los tributos, que llegaban puntualmente a las arcas destinados al culto del dios principal de los egipcios. Así se puede observar como el pago de una tasa estuvo ligado al tributo a una divinidad, así las religiones según las culturas estipulaban las ofrendas a los dioses con la entrega de bienes materiales a cambio de contar con la guía y protección de alguna deidad.

Y para asegurarse del porcentaje aplicable a cada contribuyente, se empadronaba a la población en el censo de “oro y de los campos” a partir de la dinastía primera. En la segunda dinastía se extendieron a todo el país y se confeccionó una lista con el registro del estado civil de los pobladores y la enumeración de campos, catastro e inventario de oro.

En la dinastía siguiente el Consejo de los Diez preside los grandes servicios de la administración, el de hacienda, de patrimonio, de las aguas, de obras públicas, del culto real y de la intendencia militar. Los impuestos cuyas cantidades se fijaban por censos periódicos “del oro y de los campos”, son percibidos por la “casa de los impuestos” que los ingresaba en la administración de hacienda o casa blanca. Su personal comprendía  directores, escribas, tesoreros superiores y tesoreros.

Los impuestos se pagaban en especie, principalmente en trigo y lino, que se almacenaba en graneros.

Otra de las civilizaciones importantes la situamos en Grecia, Atenas, encabezaba la liga de Estados y requería del pago de una cuota anual para la construcción de navíos y poder equiparar a los soldados. Pericles que llevó a la antigua Grecia, a la edad de oro, decidió el destino de los impuestos no sólo para fines militares, sino también para la construcción de edificios públicos.

Tuvo el mérito de proteger las ciencias y las artes, de realizar reformas ejemplares y de rodearse de eficaces colaboradores. Las tierras recién conquistadas se repartían entre los campesinos y se dictaban disposiciones para remediar la pobreza de amplios sectores de la población. Grecia, que se caracterizó por el orden, en la contabilidad pública designó contadores fiscales, los que llevaban el registro y control del pago de los tributos y ejercían también un verdadero seguimiento de las cuentas públicas.

Se reactivó el comercio ya que por ejemplo los derechos de aduanas nunca superaron el 2,5 %, lo que permitió la afluencia al Puerto del Pireo de todos los productos de los demás países. Además, el sentido comunitario estaba presente en los atenienses, ya que el tesoro público fue un especie de bolsa común para distribuir bienes entre el pueblo. Inclusive los ciudadanos más acomodados que asistían a los juegos debían dar dos óbolos para que los pobres pudiesen disfrutar del espectáculo.

De esta gran civilización del mundo antiguo pasaré a presentar en la próxima entrega a un gran Imperio, el Romano, que constituyó un inmenso bloque económico y comercial.

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